lunes, 31 de diciembre de 2012

UN MILLÓN DE SUEÑOS

Nunca está de más recordar lo que queda tras una guerra.
La cantautora Cecilia lo describió en una de sus canciones.
Bajo el video está la letra de la canción.





UN MILLÓN DE SUEÑOS
Ahora vivo a costa
De un millón de muertos
( Un millón de tumbas,
Un millón de espectros )

Ahora vivo a costa
De un millón de cuerpos
( Un millón de sombras,
Un millón de sueños )

Cuánta tumba ! Ya no hay tierra
Para cavar en ella,
Para dejar sin nombre tanto hombre.
¡ Cuántos nombres en la historia
Son dueños de las glorias...
¿ Cuántos hombres cuestan las victorias...

Ahora vivo a costa
De un millón de muertos
( Un millón de tumbas,
Un millón de espectros )

Ahora vivo a costa
De un millón de cuerpos
( Un millón de sombras,
Un millón de sueños )

Cuánta sangre se ha perdido !
Cuánto honor herido
¡ En estas guerras crueles sin laureles !
¡ Cuánta hambre se ha pasado !
Hambre por cada lado,
Hambre de paz, hambre de hombre honrado.

Ahora vivo a costa
De un millón de muertos
( Un millón de tumbas,
Un millón de espectros )
Ahora vivo a costa
De un millón de cuerpos
( Un millón de sombras,
Un millón de sueños )

¡ Cuántas lágrimas lloradas
Para lavar las llagas !
Para olvidar los muertos con el tiempo.
¡ Cuántos ojos, cuántas caras !
¡ Cuántas vidas cortadas !
¡ Cuántas ilusiones enterradas !

(ESTRIBILLO)

domingo, 30 de diciembre de 2012

LA QUE LE HA CAÍDO A LOS MAYAS


Por lo visto el 21 de diciembre se acabó el mundo. Es curioso, resulta que el nuevo es parecido al anterior. Las personas siguen con sus mismas alegrías y preocupaciones.

Lo provocado por la información sesgada, que tiene mucho que ver con la ignorancia. Los gurús que se creen iluminados (el creérselo es distinto de serlo, pero este es otro tema), el oportunismo, el negocio fácil,…, ha sido alucinante por no decir de vergüenza.

Hasta cuándo vamos a dejar de asustar a la Humanidad. No tenemos bastante con las catástrofes naturales y las guerras artificiales (las denomino artificiales porque es creación humana), que tenemos que inventar fines de mundos, fines de universo, y pasamos por alto fines más cercanos como el fin de una flor, o de una planta de temporada.

Leí unas declaraciones de Rigoberta Menchu, premio nobel de la Paz, indignadísima por los infundios lanzados sobre la cultura Maya. No le falta razón, que fácil es malinterpretar informaciones y dejar en ridículo una sociedad, que se preocuparon de descubrir su entorno.

Pululan por la red muchos chistes, sobre el gran error cometido. No os preocupéis, sólo se han equivocado de fecha. Probablemente el mundo, más conocido por Tierra, termine sus días, cuando nuestra querida estrella que llamamos Sol, empiece a convertirse en gigante roja. Pero me da la sensación que no estaré allí para verlo. Bueno quién sabe, a lo mejor algunos de mis átomos y moléculas forman parte del espectáculo.

La que se ha liado por un simple calendario; eso sí, de 3.000 años. De aquí en adelante seguiremos leyendo burlas sobre dicha cultura, cuando el error se ha dado en la mala interpretación del calendario y no en su creación; por eso digo:
 LA QUE LE HA CAÍDO A LOS MAYAS.

jueves, 27 de diciembre de 2012

INTELECTUALIDAD versus EDUCACIÓN


Siempre había concebido que la intelectualidad y la educación iban paralelas. Nada más lejos de la realidad. He conocido personas de gran intelecto, con sus mentes llenas de información, y pasar por el lado de las personas y no tener el mínimo detalle de saludar.
También he conocido personas sencillas, sin estudios académicos, pero de una sabiduría natural notable. Personas que muchos suelen mirar por encima del hombro; y el saludo y la despedida, están en su labios en los momentos precisos.
Cada vez tengo más la impresión que la sabiduría que va de la mano del aprendizaje académico, se queda más veces y se amplía en el denominado "analfabeto".
Consecuentemente la sabiduría está más enraizada con la experiencia, que con la información.

domingo, 23 de diciembre de 2012

"UNA SIESTA DE DOCE AÑOS" artículo de: Carles Capdevila / Periodista.


Educar debe de ser una cosa parecida a espabilar a los niños y frenar a los adolescentes. Justo lo contrario de lo que hacemos: no es extraño ver niños de cuatro años con cochecito y chupete hablando por el móvil, ni tampoco lo es ver algunos de catorce sin hora de volver a casa. Lo hemos llamado sobreprotección, pero es la desprotección más absoluta: el niño llega al insti sin haber ido a comprar una triste barra de pan, justo cuando un amigo ya se ha pasado a la coca.
Sorprende que haya tanta literatura médica y psicopedagógica para afrontar el embarazo, el parto y el primer año de vida, y que exista un vacío que llega hasta los libros de socorro para padres de adolescentes, esos que lucen títulos tan sugerentes como Mi hijo me pega o Mi hijo se droga o Los niños de entre dos y doce años no tienen quien les escriba.
Desde que abandonan el pañal (¡ya era hora!) hasta que llegan las compresas (y que duren), desde que los desenganchas del chupete hasta que te hueles que se han enganchado al tabaco, los padres hacemos una cosa fantástica: descansamos. Reponemos fuerzas del estrés de haberlos parido y enseñado a andar y nos desentendemos hasta que toca irlos a buscar de madrugada a la disco.
Ahora que, al fin volvemos a poder dormir, y hasta que el miedo al accidente de moto nos vuelva a desvelar, hacemos una siesta educativa de diez o doce años.
Alguien se estremecerá pensando que este período es precisamente el momento clave para educarlos. Tranquilo, que por algo los llevamos a la escuela.
Y si llegan inmaduros a primero de ESO que nadie sufra, allá los esperan los colegas de bachillerato que nos los sobreespabilarán en un curso y medio, máximo dos. Al modelo de padres que sobreprotege a los pequeños y abandona los adolescentes nadie los podrá acusar de haber fracasado educando a sus hijos. No lo han intentado siquiera.
 
Los maestros hacen algo más que huelga o vacaciones, y la educación es bastante más que un problema.
Pido perdón tres veces: por colocar en un título tres palabras tan cursis y pasadas de moda, por haberlo hecho para hablar de los maestros, y, sobre todo, sobre todo, porque mi idea es -lo siento mucho- hablar bien de ellos. Sé que mi doble condición de padre y periodista, tan radical que sus siglas son PP, me invita a criticarlos por hacer demasiadas vacaciones (como padre) y me sugiere que hable de temas importantes, como la ley de educación (es lo mínimo que se le pide a un periodista esta semana).
Pero estoy harto de que la palabra más utilizada junto a escuela sea ‘fracaso’ y delante de educación acostumbre a aparecer siempre el concepto ‘problema’, y que ‘maestro’ suela compartir titular con ‘huelga’.
 
La escuela hace algo más que fracasar, los maestros hacen algo más que hacer huelga (y vacaciones) y la educación es bastante más que un problema. De hecho es la única solución, pero esto nos lo tenemos muy callado, por si acaso. Mi proceso, íntimo y personal, ha sido el siguiente: empecé siendo padre, a partir de mis hijos aprendí a querer el hecho educativo, el trabajo de criarlos, de encarrilarlos, y, mira por donde, ahora aprecio a los maestros, mis cómplices. ¿Cómo no he de querer a una gente que se dedica a educar a mis hijos? Por esto me duele que se hable mal por sistema de mis queridos maestros, que no son todos los que cobran por hacerlo, claro está, sino los que son, los que suman a la profesión las tres palabras del título, los que mientras muchos padres se los imaginan en una playa de Hawái están encerrados en alguna escuela de verano, haciendo formación, buscando herramientas nuevas, métodos más adecuados.
 
 
Os deseo que aprovechéis estos días para rearmaros moralmente. Porque hace falta mucha moral para ser maestro. Moral en el sentido de los valores y moral para afrontar el día a día sin sentir el aprecio y la confianza imprescindibles. Ni los de la sociedad en general, ni los de los padres que os transferimos las criaturas pero no la autoridad. ¿Os imagináis un país que dejara su material más sensible, las criaturas, en sus años más importantes, de los cero a los dieciséis, y con la misión más decisiva, formarlos, en manos de unas personas en quienes no confía? Las leyes pasan, y las pizarras dejan de ensuciarnos los dedos de tiza para convertirse en digitales. Pero la fuerza y la influencia de un buen maestro siempre marcará la diferencia: el que es capaz de colgar la mochila de un desaliento justificado junto a las mochilas de los alumnos y, ya liberado de peso, asume de buen humor que no será recordado por lo que le toca enseñar, sino por lo que aprenderán de él.
Carles Capdevila / Periodista.

MIS ABARCAS DESIERTAS

EN ESTAS FIESTAS NAVIDEÑA,  NO ESTÁ DE MÁS RECORDAR EL POEMA DE MIGUEL HERNÁNDEZ, "LAS ABARCAS VACÍAS".

Aunque España no marcha bien en estos tiempos, hubo un tiempo que iba peor.