Los abogados nunca deberían hacer ciertas preguntas si no están preparados para lo peor. En una ocasión, en una pequeña ciudad de Estados Unidos, el fiscal llamó a una señora al estrado para tomarle declaración. La testigo era una dama de aspecto bonachón y ya de edad.
– Sra. Jones, ¿sabe usted quién soy yo?
– Por supuesto, señor Williams. Le conozco desde niño y francamente me ha decepcionado. Usted es mentiroso, engaña a su esposa y extorsiona a la gente.
El fiscal quedó aterrado, pero continúo, temblando.
– Sra. Jones, ¿conoce al abogado defensor?
– Claro que conozco al señor Bradley ¡y muy bien! Es un perezoso, un beato hipócrita sin amigos, infiel a su esposa y tiene un serio problema de alcoholismo.
El abogado defensor no sabia donde meterse. Entonces el juez pidió a los dos abogados que se acercaran a su mesa.
– Si alguno de ustedes comete la idiotez de preguntarle a esa señora si me conoce a mí, les meto a los dos en la cárcel por desacato.
1 comentario:
no me cuentes historias de yankis que hasta nos han ganao en el furgol
Publicar un comentario