Se encontraba un hombre pescando con dos cañas junto al mar tranquilamente una cálida tarde primaveral. Pasó por allí un joven, que tras observarlo un rato, le preguntó:– ¿Cómo se está dando el día?
– No se ha dado mal. –respondió el pescador.
– ¿Lleva usted mucho tiempo?
– Una hora y media, suelo estar sólo un par de horas.
Mire usted. –Le dijo el joven- Yo he estudiado economía de empresas y he hecho varios masteres sobre marketing y ventas. Viendo lo que ha cogido en este tiempo, si usted se quedara más, podría vender parte del pescado y con eso comprar más cañas. Así obtendría más capturas; con lo que venda se compra una barca. Y luego otra y otra hasta hacer una flota. Elimine los intermediarios y cree sus propias plantas procesadoras de pescado para venderlo directamente usted mismo. En veinte o veinticinco años podrá trasladarse a la capital para dirigir su gran negocio y administrar sus millones.
– Y luego ¿qué? –preguntó el pescador.
– Pues después, en recompensa a sus esfuerzos, podría descansar en cualquier sitio tranquilo y disfrutar de las cosas que más le gusten.
– Y, ¿qué cree usted que estoy haciendo ahora? –Le respondió el pescador.
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